Discurso
Departamento de Estado de Estados Unidos
Oficina del Portavoz
20 de enero de 2022
Secretario de Estado Antony J. Blinken
Academia de Ciencias de Berlín-Brandeburgo
Berlín (Alemania)
SECRETARIO BLINKEN: Buenas tardes. Primero permítanme expresar el honor que para mí significa estar en presencia de tantos amigos, colegas, líderes de diferentes comunidades aquí en Alemania, así como líderes en la asociación que vincula nuestros dos países. Les agradezco su presencia así como esta oportunidad y el estar aquí en la Academia de Ciencias y Humanidades. Sigmar me ha contado algo sobre su historia, hemos caminado brevemente por sus pasillos, y aprecio sinceramente esta hospitalidad.
Pero es una institución con una extraordinaria tradición de erudición y descubrimiento que se remonta a más de 300 años. Y tengo entendido que, entre otros luminarios, Albert Einstein fue miembro de esta institución, por lo que debería informarles de que mis observaciones de hoy incluirán muy poco sobre astrofísica, lo que redundará en beneficio de todos.
Quiero dar las gracias a todas las instituciones que nos acogen, incluida Atlantik-Brücke. Por cierto, mi propia historia con el Brücke, el puente, se remonta a más de 20 años. Recuerdo muy bien haber pasado tiempo con colegas visitantes de Alemania durante la administración Clinton. Pero es un placer estar con ustedes, el Fondo German Marshall, el Instituto Aspen, el Consejo de Estados Unidos en Alemania. Y no puedo dejar de reconocer a un gran amigo, colega que se remonta a mis días de universidad, a la administración Clinton, a la administración Obama, Dan Benjamin. Es maravilloso verle también.
A lo largo de los años, estas organizaciones han ayudado a construir, fortalecer y profundizar los lazos entre nuestros países. Una de las características de una democracia sólida es una sociedad civil robusta e independiente, y agradezco a nuestros coanfitriones su contribución a la democracia a ambos lados del Atlántico y, de nuevo, por reunirnos hoy.
Como dice Sigmar y como todos ustedes saben, he venido a Berlín en un momento de gran urgencia para Europa, Estados Unidos y, diría, para el mundo. Rusia sigue intensificando su amenaza hacia Ucrania; lo hemos visto de nuevo en los últimos días con una retórica cada vez más belicosa, aumentando sus fuerzas en las fronteras de Ucrania, incluso ahora en Bielorrusia.
Rusia se ha apartado repetidamente de los acuerdos que han mantenido la paz en el continente durante décadas. Y sigue apuntando a la OTAN, una alianza defensiva y voluntaria que protege a casi mil millones de personas en Europa y América del Norte, y a los principios rectores de la paz y la seguridad internacionales que todos tenemos que defender.
Estos principios, establecidos tras dos guerras mundiales y una guerra fría, rechazan el derecho de un país a cambiar las fronteras de otro por la fuerza… a dictar a otro la política que ha de perseguir o las opciones que ha de ejercitar, incluyendo con quién asociarse… o a ejercer una esfera de influencia que subyugue a vecinos soberanos a su voluntad.
Permitir que Rusia viole estos principios impunemente nos arrastraría a una época mucho más peligrosa e inestable, cuando este continente, y esta ciudad, estaban divididos en dos, separados por tierras de nadie patrulladas por soldados, con la amenaza de una guerra total pendiendo sobre las cabezas de todos. También enviaría un mensaje a otros en todo el mundo de que estos principios son prescindibles, y eso también tendría resultados catastróficos.
Por eso Estados Unidos y nuestros socios en Europa se han centrado tanto en lo que está ocurriendo en Ucrania. Es más grande que un conflicto entre dos países. Es más grande que Rusia y la OTAN. Es una crisis con consecuencias globales. Y requiere atención y acción a nivel mundial.
Hoy, en medio de esta situación que se desarrolla rápidamente, me gustaría tratar los hechos.
Para empezar, Rusia afirma que esta crisis tiene que ver con su defensa nacional, con maniobras militares, sistemas de armamento y acuerdos de seguridad. Ahora bien, si eso es cierto, podemos resolver las cosas de forma pacífica y diplomática. Hay medidas que podemos tomar Estados Unidos, Rusia y los países de Europa, para aumentar la transparencia, reducir los riesgos, avanzar en el control de armas, crear confianza. Lo hemos hecho con éxito en el pasado y podemos volver a hacerlo.
Y, de hecho, es lo que nos propusimos hacer la semana pasada en los debates que planteamos en el Diálogo de Estabilidad Estratégica entre Estados Unidos y Rusia, en el Consejo OTAN-Rusia y en la OSCE. En esas reuniones y en muchas otras, Estados Unidos y nuestros aliados y socios europeos han tendido repetidamente la mano a Rusia con ofertas de diplomacia, en un espíritu de reciprocidad.
Hasta ahora, nuestra disposición a comprometernos de buena fe ha sido rechazada, porque, en realidad, esta crisis no se trata principalmente de armas o bases militares. Se trata de la soberanía y la autodeterminación de Ucrania y de todos los Estados… Y en el fondo, se trata del rechazo de Rusia de una Europa posterior a la Guerra Fría que sea completa, libre y en paz.
A pesar de nuestra profunda preocupación por las agresiones, provocaciones e injerencias políticas de Rusia, incluso contra Estados Unidos, el gobierno de Biden ha dejado clara nuestra voluntad de buscar una relación más estable y predecible; de negociar acuerdos de control de armamento, como la renovación del Nuevo START, y de poner en marcha nuestro Diálogo de Estabilidad Estratégica; de emprender acciones comunes para abordar la crisis climática y de trabajar en causa común para reactivar el acuerdo nuclear con Irán. Y apreciamos cómo Rusia se ha comprometido con nosotros en estos esfuerzos.
Y a pesar de las temerarias amenazas de Moscú contra Ucrania y la peligrosa movilización militar, a pesar de su ofuscación y desinformación, Estados Unidos, junto con nuestros aliados y socios, ha ofrecido una vía diplomática para salir de esta crisis artificiosa. Por eso he vuelto a Europa: ayer a Ucrania, hoy a Alemania y mañana a Suiza, donde me reuniré con el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Lavrov, y buscaré una vez más soluciones diplomáticas.
Estados Unidos preferiría enormemente que así fuera, y desde luego prefiere la diplomacia a las alternativas. Sabemos que nuestros socios en Europa piensan lo mismo. Lo mismo piensan las personas y las familias de todo el continente, porque saben que soportarán la mayor carga si Rusia rechaza la diplomacia. Y miramos a los países más allá de Europa, a la comunidad internacional en su conjunto, para dejar claro los costes para Rusia si busca el conflicto, y para defender todos los principios que nos protegen a todos.
Así que analicemos claramente lo que está en juego ahora, quiénes se verán realmente afectados y quiénes son los responsables. En 1991, millones de ucranianos acudieron a las urnas para decir que Ucrania ya no sería gobernada por autócratas, sino que se gobernaría a sí misma. En 2014, el pueblo ucraniano se levantó para defender su elección por un futuro democrático y europeo. Desde entonces, viven bajo la sombra de la ocupación rusa en Crimea y la agresión en Donbás.
La guerra en el este de Ucrania, orquestada por Rusia con apoderados que dirige, entrena, suministra y financia, ha matado a más de 14.000 ucranianos. Otros miles han resultado heridos. Ciudades enteras han sido destruidas. Casi un millón y medio de ucranianos han huido de sus hogares para escapar de la violencia. Para los ucranianos de Crimea y el Donbás, la represión es aguda. Rusia impide a los ucranianos cruzar la línea de contacto, aislándolos del resto del país. Cientos de ucranianos están retenidos como prisioneros políticos por Rusia y sus apoderados. Cientos de familias no saben si sus seres queridos están vivos o muertos.
Y las necesidades humanitarias van en aumento. Casi tres millones de ucranianos, entre ellos un millón de ancianos y medio millón de niños, necesitan urgentemente alimentos, refugio y otras ayudas para salvar sus vidas. Pero, por supuesto, incluso los ucranianos que viven lejos de los combates se ven afectados por ellos. Este es su país; estos son sus conciudadanos. Y en ningún lugar de Ucrania la gente está libre de las actividades malignas de Rusia. Moscú ha tratado de socavar las instituciones democráticas de Ucrania, ha interferido en la política y las elecciones ucranianas, ha bloqueado la energía y el comercio para intimidar a los dirigentes ucranianos y presionar a sus ciudadanos, ha utilizado la propaganda y la desinformación para sembrar la desconfianza, ha lanzado ciberataques contra las infraestructuras críticas del país. La campaña para desestabilizar Ucrania ha sido implacable.
Y ahora Rusia está dispuesta a ir aún más lejos. El coste humano de una nueva agresión por parte de Rusia sería mucho mayor de lo que hemos visto hasta ahora. Rusia justifica sus acciones alegando que Ucrania supone una amenaza para su seguridad. Esto da la vuelta a la realidad. ¿Qué tropas rodean a quién? ¿Qué país ha reclamado el territorio de otro por la fuerza? ¿Qué ejército es mucho más grande que el del otro? ¿Qué país tiene armas nucleares? Ucrania no es el agresor aquí. Ucrania sólo está tratando de sobrevivir. Nadie debería sorprenderse si Rusia instiga una provocación o un incidente, y luego trata de utilizarlo para justificar una intervención militar, con la esperanza de que para cuando el mundo se dé cuenta de la treta, ya sea demasiado tarde.
Se ha especulado mucho sobre las verdaderas intenciones del presidente Putin, pero en realidad no tenemos que adivinar. Nos lo ha dicho repetidamente. Está sentando las bases para una invasión porque no cree que Ucrania sea un país soberano. Se lo dijo sin tapujos al presidente Bush en 2008, y cito: “Ucrania no es un país real”. Dijo en 2020, y cito: “Los ucranianos y los rusos son el mismo pueblo”. Hace apenas unos días, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia tuiteó para celebrar el aniversario de la unificación de Ucrania y Rusia en el año 1654. Es un mensaje bastante inequívoco esta semana de todas las semanas.
Y así, lo que está en juego en Ucrania se hace más evidente. No se trata sólo de una posible invasión y guerra. Se trata de si Ucrania tiene derecho a existir como país soberano. Se trata de si Ucrania tiene derecho a ser una democracia.
Esto no ha sido solamente con Ucrania. Todas las antiguas repúblicas socialistas soviéticas se convirtieron en países soberanos en 1990 y 1991. Uno de ellos es Georgia. Rusia lo invadió en 2008. Trece años después, casi 300.000 georgianos siguen desplazados de sus hogares. Otro es Moldavia. Rusia mantiene allí tropas y municiones contra la voluntad de su pueblo. Si Rusia invade y ocupa Ucrania, ¿qué será lo siguiente? Sin duda, los esfuerzos de Rusia por convertir a sus vecinos en Estados títeres, por controlar sus actividades y por reprimir cualquier chispa de expresión democrática se intensificarán. Una vez que los principios de soberanía y autodeterminación son desechados, se vuelve a un mundo en el que las reglas que hemos formado juntos durante décadas se erosionan y luego desaparecen.
Y eso envalentona a algunos gobiernos para hacer lo que sea necesario para conseguir lo que quieren, incluso si eso significa apagar Internet en otro país, cortar el combustible de calefacción en pleno invierno o enviar tanques, todas tácticas que Rusia ha utilizado contra otros países en los últimos años. Por eso, los gobiernos y los ciudadanos de todo el mundo deberían preocuparse por lo que está ocurriendo en Ucrania. Puede parecer una lejana disputa regional o un ejemplo más de intimidación rusa. Pero lo que está en juego de nuevo son los principios que han hecho que el mundo sea más seguro y estable durante décadas.
Ahora, alternativamente, Rusia dice que el problema es la OTAN. De primeras, eso es absurdo. La OTAN no invadió Georgia. La OTAN no invadió Ucrania. Lo hizo Rusia. La OTAN es una alianza defensiva que no tiene ninguna intención agresiva hacia Rusia. Por el contrario, los esfuerzos de la OTAN para participar con Rusia se han prolongado durante años y, lamentablemente, han sido rechazados. Por ejemplo, en el Acta Fundacional OTAN Rusia, que pretendía crear confianza y aumentar las consultas y la cooperación, la OTAN se comprometió a reducir significativamente su fuerza militar en Europa del Este. Y eso es lo que ha hecho.
Rusia se comprometió a ejercer una moderación similar en sus despliegues de fuerzas convencionales en Europa. En cambio, invadió dos países. Rusia dice que la OTAN está rodeando a Rusia. En realidad, sólo el 6 por ciento de las fronteras rusas tocan países de la OTAN. Compárese con Ucrania, que ahora está realmente rodeada por las tropas rusas. En los países bálticos y en Polonia hay unos 5.000 soldados de la OTAN que no son de esos países, y su presencia es rotativa, no permanente. Rusia ha puesto al menos 20 veces más en las fronteras de Ucrania.
El presidente Putin dice que la OTAN está, y cito, “estacionando misiles en el porche de nuestra casa”. Pero es Rusia la que ha desarrollado misiles terrestres de alcance intermedio que pueden llegar a Alemania y a casi todo el territorio europeo de la OTAN, a pesar de que Rusia es parte del tratado INF que prohíbe estos misiles. De hecho, la violación de Rusia llevó a la terminación de ese tratado, lo que nos ha dejado a todos menos seguros.
También merece la pena señalar que, aunque Rusia no es miembro de la OTAN, al igual que muchos países no pertenecientes a ella, se ha beneficiado de la paz, estabilidad y prosperidad que la OTAN ha contribuido a hacer posible. Muchos de nosotros recordamos con claridad las tensiones y temores de la época de la Guerra Fría. Las medidas que la Unión Soviética y Occidente adoptaron entre sí durante esos años para fomentar el entendimiento y establecer normas acordadas sobre la forma de actuar de nuestros países fueron acogidas con satisfacción por personas de todo el mundo porque redujeron la tensión y disminuyeron la probabilidad de un conflicto militar. Estos avances son el resultado de un gran esfuerzo por parte de todas las partes. Ahora estamos viendo cómo ese duro trabajo se deshace.
Por ejemplo, en 1975, todos los países de la OSCE, incluida Rusia, firmaron el Acta Final de Helsinki, que establecía 10 principios rectores del comportamiento internacional, entre ellos el respeto a la soberanía nacional, la abstención de la amenaza o el uso de la fuerza, la inviolabilidad de las fronteras, la integridad territorial de los Estados, la solución pacífica de controversias y la no injerencia en los asuntos internos. Desde entonces, Rusia ha violado todos y cada uno de esos principios en Ucrania, y ha dejado claro en repetidas ocasiones su desprecio por ellos.
En 1990, los países de la OSCE, incluida Rusia, acordaron el Documento de Viena, un conjunto de medidas de fomento de la confianza y la seguridad para aumentar la transparencia y la previsibilidad de las actividades militares, incluidas las maniobras militares. Ahora, Rusia sigue selectivamente esas disposiciones. Por ejemplo, realiza maniobras militares a gran escala que, según afirma, están exentas de los requisitos de notificación y observación del Documento de Viena porque se llevan a cabo sin previo aviso a las tropas implicadas. El otoño pasado, Rusia realizó maniobras militares en Bielorrusia con más de 100.000 soldados. Es imposible que esos ejercicios se llevaran a cabo “sin previo aviso”. Y Moscú no ha facilitado información sobre sus fuerzas militares en Georgia, ni ha notificado a la OSCE su enorme despliegue de tropas en torno a Ucrania la pasada primavera, ni ha respondido a las preguntas de Ucrania sobre lo que estaba haciendo, todo lo cual se exige en el acuerdo de 1990.
En 1994, en un pacto conocido como el Memorándum de Budapest, Rusia, Estados Unidos y Gran Bretaña se comprometieron, y cito, a “respetar la independencia y soberanía de Ucrania y sus actuales fronteras” y a “abstenerse de toda amenaza o uso de la fuerza” contra el país. Estas promesas ayudaron a convencer a Ucrania de que renunciara a su arsenal nuclear, heredado tras la disolución de la Unión Soviética y que entonces era el tercero más grande del mundo. Pues bien, sólo hay que preguntar a los habitantes de Crimea y Donbás qué ha pasado con esas promesas.
Podría citar muchos más ejemplos. Todos apoyan la misma conclusión: Un país ha incumplido repetidamente sus compromisos y ha ignorado las propias normas que había acordado, a pesar de que otros se esforzaban por hacerle avanzar a cada paso. Ese país es Rusia. Por supuesto, Rusia tiene derecho a protegerse. Y Estados Unidos y Europa están dispuestos a dialogar sobre las preocupaciones de Rusia en materia de seguridad y cómo podemos abordarlas de forma recíproca. Rusia está preocupada por su seguridad y por las acciones que, según ella, están llevando a cabo Estados Unidos, Europa y la OTAN, que de alguna manera amenazan esa seguridad. A nosotros nos preocupan profundamente las acciones que Rusia está llevando a cabo y que amenazan nuestra seguridad. Podemos hablar de todo eso. Pero no trataremos los principios de soberanía o integridad territorial, consagrados en la Carta de las Naciones Unidas, afirmados por el Consejo de Seguridad de la ONU, como algo negociable.
Y si pudiera dirigirme al pueblo ruso, le diría: merecen vivir con seguridad y dignidad, como todos los pueblos del mundo, y nadie, ni Ucrania, ni Estados Unidos, ni la OTAN ni sus miembros, pretenden ponerlos en peligro. Pero lo que realmente pone en peligro su seguridad es una guerra inútil con sus vecinos de Ucrania, con todos los costes que conlleva, sobre todo para los jóvenes que arriesgarán o incluso darán su vida por ello.
En un momento en el que COVID se extiende por todo el planeta, hay una crisis climática, existe la necesidad de reconstruir la economía mundial, todo lo cual exige tanta atención y recursos, ¿es esto lo que necesitan? ¿Un conflicto violento que probablemente se prolongue? ¿Haría eso realmente que sus vidas fueran más seguras, más prósperas, más llenas de oportunidades? Y piensen en lo que una gran nación como Rusia podría lograr si dedicara sus recursos, especialmente el notable talento de sus recursos humanos, su gente, a los retos más importantes de nuestro tiempo. Nosotros, en Estados Unidos, nuestros socios en Europa, lo acogeríamos con beneplácito.
Mañana me reuniré con el ministro de Asuntos Exteriores Lavrov e instaré a que Rusia encuentre el camino de vuelta a los acuerdos que juró durante décadas y a que trabaje con Estados Unidos y nuestros aliados y socios en Europa para escribir un futuro que pueda garantizar nuestra seguridad mutua, pero que también dejaré claro que esa posibilidad se extinguirá por la agresión rusa contra Ucrania, que además haría precisamente aquello de lo que se queja Moscú: reforzar la alianza defensiva de la OTAN.
Nos enfrentamos a cuestiones difíciles. No se resolverán rápidamente. Desde luego, no espero que las resolvamos mañana en Ginebra. Pero podemos avanzar en nuestro entendimiento mutuo, y eso, combinado con la desescalada de la acumulación militar de Rusia en las fronteras de Ucrania, puede alejarnos de esta crisis en las próximas semanas. Al mismo tiempo, Estados Unidos continuará trabajando con nuestros aliados y socios en la OTAN, la Unión Europea, la OSCE, el G7, las Naciones Unidas, en toda la comunidad internacional para dejar claro que hay dos caminos ante Rusia: el camino de la diplomacia que puede conducir a la paz y la seguridad; y el camino de la agresión que sólo conducirá al conflicto, a graves consecuencias, a la condena internacional. Estados Unidos y nuestros aliados seguirán apoyando a Ucrania y estarán dispuestos a encontrarse con Rusia en cualquiera de los dos caminos.
No es casualidad que ofrezca estas reflexiones aquí, en Berlín. Quizá ningún lugar del mundo haya experimentado las divisiones de la Guerra Fría más que esta ciudad. Aquí, el presidente Kennedy declaró a todas las personas libres ciudadanos de Berlín. Aquí, el presidente Reagan instó a Gorbachov a derribar el muro. Parece que el presidente Putin quiere volver a esa época. Esperamos que no sea así. Pero si decide hacerlo, se encontrará con la misma determinación, la misma unidad que generaciones pasadas de líderes y ciudadanos aportaron para hacer avanzar la paz, para hacer avanzar la libertad, para hacer avanzar la dignidad humana en toda Europa y en todo el mundo.
Muchas gracias por escucharme. (Aplausos).
Para ver el texto original ir a: https://www.state.gov/the-stakes-of-russian-aggression-for-ukraine-and-beyond/